
La teleconsulta online consiste en realizar una consulta médica a través de una plataforma que permita vernos con cámara y oírnos con micrófono. A través
2025© Dr. José María Cabrera Maqueda | Todos los derechos reservados.
La salud es una de nuestras mayores prioridades. Por eso, cuando aparecen síntomas neurológicos como mareos, temblores, fallos de memoria o pérdida de sensibilidad, es normal sentir preocupación y buscar información. Hoy en día todos lo hacemos: acudimos a internet, a Google o incluso a herramientas como ChatGPT para resolver dudas. No hay nada malo en ello. Lo importante es dar un paso más: contrastar esa información con un profesional, con un neurólogo, que pueda ayudarte a interpretar lo que has leído y aplicarlo a tu caso.
Las enfermedades neurológicas generan especial inquietud porque en su mayoría son crónicas, pero lo mismo ocurre con otras muy frecuentes como la hipertensión o la artrosis. No hay que comparar lo que le pasa a un conocido con lo que te ocurre a ti: cada persona es diferente. Tener miedo es natural, pero no todo síntoma implica necesariamente una enfermedad grave ni un pronóstico negativo.
La Neurología es una especialidad amplia, y los síntomas pueden ser muy variados. Lo importante no es tanto el síntoma aislado, sino dónde aparece, cómo se inicia y cómo evoluciona. En la mayoría de casos, el diagnóstico neurológico comienza con una historia clínica detallada y una exploración física, más que con una prueba de imagen o una analítica. Las pruebas son útiles, pero casi nunca sustituyen la entrevista.
A veces, el neurólogo puede descartar con seguridad lo que no es antes de confirmar un diagnóstico definitivo. Por eso el seguimiento en consulta neurológica es fundamental para acompañar al paciente en cada etapa.
Lo que más angustia a un paciente no suele ser el diagnóstico en sí, sino la incertidumbre. Mi compromiso en la consulta neurológica es que entiendas tu situación desde el primer día: qué sabemos, qué falta por estudiar y cuál es el plan. La comunicación es el primer tratamiento, y para mí es una prioridad acompañar y explicar en todo momento.
Si te preocupa algún síntoma neurológico o tienes dudas tras leer información en internet, puedes solicitar una consulta neurológica en Barcelona, presencial u online. Revisaremos tu caso, valoraremos si son necesarias pruebas y trazaremos un plan claro para reducir la incertidumbre y encontrar respuestas.
En medicina hablamos de hallazgo en la resonancia magnética (RM) cuando aparece una imagen que no necesariamente explica los síntomas del paciente o que incluso se descubre al estudiar otra cuestión distinta. Ver algo “inesperado” en un informe de radiología suele ser motivo de preocupación, aunque muchas veces no tenga una relación directa con una enfermedad grave.
Una resonancia magnética cerebral nunca debe ser el único motivo de consulta. Lo esencial es valorar al paciente en su conjunto: sus antecedentes médicos, la clínica que presenta, los fármacos que toma y la exploración neurológica. Solo integrando todos estos datos con la imagen de la RM podemos darle el valor real que tiene. En pocas ocasiones una resonancia, por sí sola, establece un diagnóstico definitivo.
Uno de los hallazgos más comunes en la resonancia son las llamadas “lesiones de sustancia blanca”. Estas imágenes pueden corresponder a cambios asociados a la edad o a factores vasculares (lo que conocemos como leucoaraiosis). Sin embargo, en función de su tamaño, morfología, localización, así como de la edad y comorbilidades del paciente, también podrían corresponder a lesiones inflamatorias, como las que aparecen en la esclerosis múltiple.
En mi consulta de neurología siempre empiezo la historia por donde corresponde: por el paciente, no por la resonancia. La RM es una herramienta fundamental y la valoraremos con el detalle que merece, pero lo importante es ponerla en contexto clínico y darle la interpretación adecuada en cada caso.
El sueño es un proceso biológico fundamental para la salud, física y psíquica. En muchas ocasiones, los trastornos del sueño son enfermedades en sí mismas; en otras, forman parte de un problema neurológico o médico más amplio. Un neurólogo especialista en trastornos del sueño en Barcelona puede ayudarte a diferenciar las causas y plantear el mejor tratamiento.
Los síntomas más frecuentes son la dificultad para dormir (insomnio) o, por el contrario, la somnolencia excesiva (hipersomnia). El insomnio es muy común y no siempre requiere medicación: en la consulta neurológica se evalúa la historia de sueño, los hábitos de descanso, los factores ambientales y también los fármacos que toma el paciente, ya que algunos medicamentos o sus horarios pueden alterar el sueño. Siempre que es posible, el objetivo es corregir las causas sin medicación antes de recurrir a tratamientos farmacológicos.
Entre los problemas de sueño más relevantes se encuentra el síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAOS), que va mucho más allá del simple ronquido. Las pausas respiratorias repetidas durante la noche pueden provocar somnolencia diurna, dificultades de concentración y aumentar el riesgo cardiovascular.
Otra enfermedad menos conocida, y a menudo infradiagnosticada, es la narcolepsia, caracterizada por una somnolencia diurna irresistible y episodios repentinos de sueño.
La consulta de neurología permite diferenciar cuándo se trata de un trastorno primario del sueño y cuándo el insomnio o la hipersomnia son la manifestación de otra enfermedad neurológica o médica. A partir de esta valoración se puede plantear un estudio completo del sueño y diseñar un plan de tratamiento personalizado.
Si tienes problemas para dormir o exceso de sueño durante el día, puedes solicitar una consulta con un neurólogo para estudiar tu caso y encontrar la mejor solución.
Una crisis epiléptica es una alteración transitoria del funcionamiento cerebral debida a una descarga anómala de actividad eléctrica en las neuronas. La forma en la que se manifiesta puede ser muy variada: no siempre consiste en una pérdida de conciencia con convulsiones, como suele mostrarse en las películas. Existen muchos tipos de crisis, algunas muy sutiles, con desconexiones breves, movimientos automáticos o alteraciones sensitivas, que incluso pueden pasar inadvertidas.
Cuando se produce una primera crisis epiléptica, lo fundamental es establecer el diagnóstico neurológico. Para ello se combina una historia clínica detallada (incluida la descripción por parte de testigos) con pruebas complementarias como resonancia magnética cerebral, analítica y electroencefalograma. El objetivo es determinar si se trata de una crisis aislada o del inicio de una epilepsia, lo que permitirá orientar el pronóstico y decidir si es necesario iniciar tratamiento.
En pacientes con una epilepsia ya conocida, la consulta se centra en el seguimiento del tratamiento: valorar la eficacia de la medicación, los posibles efectos secundarios, la necesidad de ajustar dosis o combinaciones y revisar factores que pueden influir en la aparición de crisis (alteraciones del sueño, estrés, otras enfermedades, interacciones medicamentosas).
El abordaje de la epilepsia requiere siempre un seguimiento individualizado, con el objetivo de mejorar el control de las crisis y la calidad de vida del paciente. Si has presentado una crisis o buscas un neurólogo, una valoración en consulta —presencial u online— puede ayudarte a encontrar respuestas y diseñar el plan de tratamiento más adecuado.
La causa más común de pérdida de conciencia es el síncope vasovagal (también llamado lipotimia o desmayo). Ocurre por una caída transitoria del flujo sanguíneo al cerebro, suele ser breve y con recuperación completa. Puede desencadenarse por calor, dolor, cansancio o emociones intensas. En algunos casos incluso puede acompañarse de movimientos involuntarios, lo que genera dudas con una crisis epiléptica.
Las crisis epilépticas también pueden provocar pérdida de conciencia. A diferencia del síncope, suelen dejar un periodo posterior de confusión, con pérdida de memoria del episodio y, en ocasiones, otros síntomas neurológicos asociados.
Una pérdida de conciencia brusca también puede deberse a un síncope cardiogénico, causado por alteraciones del ritmo o de la función del corazón. Existen ciertos signos de alarma, como que ocurra durante el esfuerzo físico o sin síntomas previos, que obligan a descartar esta posibilidad. En estos casos puede ser necesaria una valoración cardiológica.
Existen causas menos frecuentes de pérdida de conciencia, como alteraciones metabólicas (bajada de azúcar, cambios en electrolitos), efectos secundarios de fármacos o enfermedades neurológicas poco habituales.
Para orientar el diagnóstico, lo más importante es una historia clínica detallada, que incluya la descripción del episodio por parte de testigos (ya que muchas veces el paciente no lo recuerda). Según el caso, pueden ser necesarias pruebas complementarias como analítica, electrocardiograma, electroencefalograma o resonancia magnética.
El objetivo es diferenciar entre síncope, epilepsia y otras causas, ya que el manejo y el tratamiento son muy distintos en cada situación. En mi consulta valoraremos tu caso con un enfoque individualizado y cercano.
El temblor es uno de los síntomas neurológicos más comunes. Aunque muchas veces se asocia a la enfermedad de Parkinson, no siempre tiene esta causa. El temblor es un síntoma, no una enfermedad por sí mismo, y puede aparecer en diferentes contextos: desde alteraciones benignas como el temblor esencial, hasta situaciones transitorias relacionadas con el estrés, determinados fármacos, estimulantes o alteraciones metabólicas (como los problemas de tiroides).
En la enfermedad de Parkinson, el temblor puede estar presente, pero no es el síntoma principal. Lo más característico es la bradicinesia (lentitud de movimientos), que suele acompañarse de rigidez y alteraciones en la postura o la marcha. De hecho, algunos pacientes con Parkinson nunca presentan temblor, lo que recalca la importancia de una valoración clínica detallada.
Además del temblor, existen otros trastornos del movimiento que también requieren estudio neurológico, como las distonías (contracciones musculares sostenidas que generan posturas anómalas), las mioclonías (sacudidas breves e involuntarias) o los tics (movimientos o sonidos repetitivos que pueden aparecer de forma transitoria o persistente). En todos estos casos, la exploración física en consulta es fundamental, ya que observar de cerca los movimientos y su respuesta a determinadas maniobras permite orientar el diagnóstico con mayor precisión.
A veces son necesarias pruebas complementarias (analítica, estudios de imagen, pruebas genéticas o incluso valorar la respuesta a la medicación), pero la base del diagnóstico sigue siendo la evaluación clínica individualizada.
Una vez identificado el tipo de trastorno del movimiento, se puede plantear un plan de tratamiento personalizado, que puede incluir fármacos, fisioterapia o rehabilitación, y en casos seleccionados, técnicas avanzadas como la estimulación cerebral profunda.
Si presentas temblor u otros movimientos anormales, una consulta con un neurólogo puede ayudarte a conocer la causa y a encontrar el tratamiento más adecuado.
El mareo y el vértigo son términos que los pacientes utilizan con frecuencia para describir una sensación de inestabilidad o pérdida de control del equilibrio. Cada persona lo percibe de forma diferente: algunos refieren giros o movimientos (vértigo), mientras que otros describen una sensación de flotación, inseguridad o aturdimiento (mareo).
El primer paso en el diagnóstico es diferenciar si el origen está en el oído interno (sistema vestibular), en el sistema nervioso central o en ambos. Cuando existen dudas, es habitual complementar la valoración neurológica con una consulta de Otorrinolaringología.
En la sensación de equilibrio intervienen varias estructuras que deben funcionar de forma coordinada. El cerebelo, situado en la parte posterior del cerebro, integra la información que llega del sistema propioceptivo (receptores en músculos y articulaciones que informan de la posición del cuerpo), de la visión (que aporta referencias espaciales) y del sistema vestibular del oído interno (que detecta los movimientos y la orientación de la cabeza). Cuando alguno de estos sistemas falla, pueden aparecer mareos o vértigos.
Los mareos también pueden deberse a causas generales como problemas metabólicos, anemia o alteraciones hormonales, así como a efectos secundarios de fármacos. Con frecuencia no existe una sola causa, sino la suma de varios factores.
Para orientar el diagnóstico suele ser necesaria una exploración clínica detallada y, en muchos casos, pruebas complementarias como analítica, estudios de imagen o pruebas vestibulares. A partir de ahí, se diseña un plan de tratamiento individualizado adaptado a cada paciente.
Cuando aparecen problemas visuales, lo habitual y recomendable es acudir primero al óptico u oftalmólogo, ya que la mayoría de las veces la causa está en el propio ojo. Sin embargo, la retina forma parte del sistema nervioso central y constituye el inicio de la vía visual, que continúa por los nervios ópticos, los tractos ópticos y llega hasta la corteza visual en el cerebro. Por eso, en algunos casos la valoración neurológica es fundamental para identificar el origen del problema.
Como en todos los síntomas neurológicos, es la clínica la que orienta la localización de la lesión. Así, la visión doble binocular (que desaparece al tapar cualquiera de los ojos) se produce por una descoordinación de la mirada conjugada, como ocurre en enfermedades que afectan a la musculatura ocular, entre ellas la miastenia gravis. La neuritis óptica, una inflamación del nervio óptico, suele provocar visión borrosa y dolor ocular, y en algunos casos puede ser la forma de inicio de una esclerosis múltiple u otras enfermedades inflamatorias menos frecuentes, como la neuromielitis óptica o la enfermedad asociada a anticuerpos anti-MOG.
El aura migrañosa también puede producir síntomas visuales llamativos, como destellos, luces en zigzag o pérdida transitoria de parte del campo visual, que suelen resolverse de manera espontánea. Incluso algunas crisis epilépticas pueden comenzar con fenómenos visuales de este tipo.
Además de la valoración oftalmológica inicial, en muchos casos será necesario realizar pruebas neurológicas (resonancia magnética, potenciales evocados, analítica u otras) para identificar la causa. Según el resultado, se establecerá el plan de tratamiento más adecuado para cada situación.
Los problemas de memoria son el síntoma más conocido cuando se piensa en una posible demencia, pero en la práctica suelen acompañarse de otros síntomas cognitivos: dificultades de lenguaje, desorientación, problemas de planificación o alteraciones de conducta. Es importante diferenciar entre un déficit real de memoria y otros problemas, como las dificultades de atención o concentración, que pueden generar quejas subjetivas sin que exista un verdadero deterioro de memoria.
El deterioro cognitivo es cada vez más frecuente debido al envejecimiento poblacional. Entre las causas neurodegenerativas, la enfermedad de Alzheimer es la más común, seguida de la demencia por cuerpos de Lewy, la demencia vascular o las demencias frontotemporales.
Sin embargo, no todo deterioro cognitivo implica una demencia. Existen causas potencialmente reversibles, como alteraciones metabólicas, déficit vitamínicos (B12, tiamina, entre otros), alteraciones del sueño o incluso efectos secundarios de determinados fármacos. Diferenciar entre estas posibilidades es clave, ya que el manejo y el pronóstico cambian radicalmente.
El estudio del deterioro cognitivo requiere una historia clínica detallada, idealmente con la colaboración de un familiar o persona cercana, así como pruebas complementarias como neuroimagen y analítica para descartar otras causas.
Aunque hoy no disponemos de tratamientos que modifiquen la progresión de la mayoría de las demencias neurodegenerativas, el diagnóstico sigue siendo fundamental para manejar los síntomas asociados, planificar apoyos y mejorar la calidad de vida del paciente y su familia.
Un aspecto clave es la revisión de la medicación en personas mayores, ya que algunos fármacos pueden agravar la confusión, producir somnolencia o generar alteraciones motoras, por lo que deben ajustarse cuidadosamente.
Una consulta neurológica temprana permite orientar el diagnóstico y establecer un plan de seguimiento individualizado, tanto para el paciente como para su entorno familiar.
La disminución de la sensibilidad (hipoestesia) o las alteraciones sensitivas en forma de adormecimiento u hormigueos (parestesias), o de sensaciones anómalas molestas o dolorosas (disestesias), son síntomas frecuentes en Neurología. Su origen puede encontrarse tanto en el sistema nervioso central (cerebro o médula espinal) como en el sistema nervioso periférico (raíces nerviosas, plexos o nervios).
La forma en que aparecen estos síntomas —si son bruscos o progresivos, si afectan a una parte concreta del cuerpo o si cambian con el tiempo— es clave para orientar el diagnóstico. Enfermedades como la esclerosis múltiple, las lesiones de la médula espinal o las neuropatías periféricas pueden producir este tipo de alteraciones sensitivas.
En cambio, otras enfermedades neurológicas, como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), no afectan a la sensibilidad, lo que también aporta información útil para diferenciar causas en la exploración clínica.
En muchos casos será necesario realizar pruebas complementarias como resonancia magnética, electromiografía o analítica, entre otras, para aclarar el origen del problema. Es importante recordar que las sensaciones subjetivas varían mucho entre pacientes.
A veces, estos síntomas pueden aparecer como expresión somática de la ansiedad, pero este diagnóstico siempre debe ser de exclusión, una vez descartadas otras posibles causas neurológicas.
La pérdida de fuerza o debilidad muscular es un síntoma que puede deberse a alteraciones en distintos niveles: el sistema nervioso central (cerebro o médula espinal), los nervios periféricos o el propio músculo. Diferenciar el origen es fundamental para entender la causa y decidir qué pruebas son necesarias.
Las características de la debilidad aportan información muy valiosa. Si aparece de forma brusca en un lado del cuerpo, como ocurre en el ictus, se trata de una urgencia médica que requiere atención inmediata.
En otros casos, la debilidad puede ser progresiva o fluctuante, como sucede en la miastenia gravis, en las neuropatías o en algunas miopatías. En estas situaciones es recomendable una valoración neurológica con exploración física y, en caso necesario, pruebas complementarias como neuroimagen, electromiografía o análisis de sangre.
La evolución de los síntomas —rápida o lenta, constante o variable, localizada o generalizada— orienta el diagnóstico. Una vez identificada la causa, es posible plantear un tratamiento específico o un plan de seguimiento adaptado a cada caso, con el objetivo de recuperar la función y mejorar la calidad de vida del paciente.
El tratamiento del dolor neuropático suele requerir una combinación de medidas. Los analgésicos convencionales no siempre resultan eficaces, por lo que se utilizan medicamentos específicos como fármacos neuromoduladores, antidepresivos o infiltraciones locales, siempre ajustados a las necesidades de cada paciente.
Además, pueden asociarse terapias de rehabilitación, fisioterapia o técnicas de neuromodulación. La elección del tratamiento debe ser siempre individualizada, teniendo en cuenta la eficacia y los posibles efectos secundarios.Si padeces un dolor persistente con características neuropáticas, una consulta neurológica presencial u online puede ayudarte a encontrar la causa y diseñar un plan terapéutico adaptado a tu situación.
El dolor neuropático es un tipo de dolor que no se origina en músculos ni articulaciones, sino en el sistema nervioso. Aparece cuando un nervio está dañado, inflamado o comprimido, lo que provoca que envíe señales de dolor de forma anómala. A diferencia de otros dolores, suele describirse como quemazón, pinchazos, descargas eléctricas, hormigueo o sensibilidad exagerada al contacto.
Existen diversas causas de dolor neuropático. Entre las más habituales se encuentran las neuropatías periféricas (por ejemplo, asociadas a diabetes o tóxicos), la neuralgia postherpética (tras un episodio de herpes zóster), la radiculopatía por hernia discal (cuando una raíz nerviosa queda comprimida en la columna) o las neuralgias craneales.
En muchos casos, el dolor neuropático afecta de forma importante al descanso nocturno, al estado de ánimo y a la calidad de vida del paciente.
El diagnóstico del dolor neuropático se basa en una historia clínica detallada, la exploración neurológica y, según el caso, en pruebas complementarias como resonancia magnética, electromiografía o analítica. La clave está en identificar el origen del dolor y descartar otras posibles causas.
El tratamiento del dolor neuropático suele requerir una combinación de medidas. Los analgésicos convencionales no siempre resultan eficaces, por lo que se utilizan medicamentos específicos como fármacos neuromoduladores, antidepresivos o infiltraciones locales, siempre ajustados a las necesidades de cada paciente.
Además, pueden asociarse terapias de rehabilitación, fisioterapia o técnicas de neuromodulación. La elección del tratamiento debe ser siempre individualizada, teniendo en cuenta la eficacia y los posibles efectos secundarios.Si padeces un dolor persistente con características neuropáticas, una consulta neurológica presencial u online puede ayudarte a encontrar la causa y diseñar un plan terapéutico adaptado a tu situación.
El bloqueo de nervios craneales es una técnica que utilizamos en casos seleccionados de cefalea primaria resistente (como la migraña crónica o la cefalea en racimos) y en algunas neuralgias, como la occipital. No se indica en cualquier dolor de cabeza, sino únicamente cuando existen motivos claros que lo justifican.
El procedimiento consiste en infiltrar una pequeña cantidad de anestésico local en la piel que recubre el cráneo, en la zona donde pasan nervios que transmiten el dolor, como el nervio occipital mayor o el nervio supraorbitario (SON). No se pincha dentro de la cabeza ni en el cerebro, sino solo en la piel que recubre el cráneo.
La infiltración se realiza en la propia consulta neurológica, dura apenas unos minutos y no requiere preparación especial. Aunque es normal sentir cierto respeto antes de la técnica, se trata de un procedimiento seguro, sencillo y bien tolerado, muy parecido a recibir una inyección superficial.
El bloqueo anestésico puede proporcionar un alivio rápido y duradero en algunos pacientes. Si resulta eficaz, puede repetirse de manera periódica en función de la evolución. La indicación siempre se valora de forma individualizada, teniendo en cuenta el tipo de cefalea, los tratamientos previos y las características de cada paciente.
Si sufres dolores de cabeza intensos y difíciles de controlar, podemos valorar juntos en consulta si el bloqueo de nervios craneales es una opción adecuada para ti.
La cefalea o dolor de cabeza es uno de los síntomas neurológicos más habituales y puede deberse a múltiples causas. No todas las cefaleas son iguales, y el primer paso es diferenciar entre cefaleas primarias y cefaleas secundarias.
Las cefaleas primarias son las más frecuentes y no se deben a otra enfermedad subyacente. Entre ellas destacan la migraña, la cefalea tensional y la cefalea en racimos. Aunque no suelen implicar un problema estructural grave, pueden afectar de manera importante a la calidad de vida y requieren un enfoque individualizado.
Las cefaleas secundarias, en cambio, aparecen como consecuencia de otra condición médica, ya sea una enfermedad neurológica, un problema general de salud o incluso el efecto de determinados fármacos. Identificar estos casos es clave, ya que el abordaje terapéutico será distinto.
En la consulta, lo más importante es realizar una historia clínica detallada, que incluya los antecedentes médicos, los tratamientos en curso y la descripción precisa del dolor (inicio, duración, localización, síntomas acompañantes).
En algunos casos puede ser necesario solicitar pruebas complementarias como neuroimagen o analítica, aunque la mayoría de diagnósticos de cefalea se establecen mediante la entrevista clínica y la exploración neurológica.
El tratamiento de las cefaleas depende del tipo, la frecuencia y el impacto en la vida diaria. Existen medidas generales, tratamientos preventivos y sintomáticos con fármacos, así como técnicas específicas para casos resistentes.
Entre ellas se encuentra el bloqueo de nervios craneales (como el occipital o el supraorbitario), un procedimiento sencillo y seguro que puede ser útil en pacientes con migraña crónica, cefalea en racimos o neuralgia occipital. Este tratamiento lo explico con más detalle en el apartado de bloqueo anestésico, ya que puede proporcionar alivio rápido y mejorar la calidad de vida en casos seleccionados.
Si padeces cefaleas frecuentes, intensas o difíciles de controlar, una consulta con un neurólogo puede ayudarte a identificar la causa y a diseñar un plan de tratamiento personalizado.